lunes, 13 de diciembre de 2010

Las Animitas camino a casa


Nace una "Animita" por misericordia del pueblo en el sitio en el que aconteció una "mala muerte" -Oreste Plath-.
“Una animita es un lugar de veneración […], construcciones que recuerdan de un hecho trágico en espacios públicos.”
Tema delicado al que oso referirme hoy, mas, me es imposible detener mi mano y mis pensamientos. Semana tras semana, de regreso a casa, observo tristemente como en la extensa y sinuosa “Matucana”, se alzan silenciosos muchos de estos altares al dolor, y sin poder evitarlo, al ir recorriendo este sendero que me lleva con los míos, con mis amores, me pregunto quienes son los que vieron su vida interrumpida violentamente en este lugar sombrío. Me pregunto también por aquellos, que en su dolor y desesperación, buscaron consuelo alzando esta “animita” en el lugar preciso donde su “amado” cerro los ojos para siempre, dejando así un testimonio publico de su doloroso adiós. Bien se yo que ningún alma vagabunda o en pena reside en ese altar, y que, quien halla perdido su vida, por muy trágica que fuese su muerte e injusta, ya tiempo hace que descansa sereno, sumido en un profundo sueño esperando, quizás, por un llamado Divino. Mas no puedo pasar por alto la historia que se gesta en este “santuario” a la pena, historia lúgubre de violencia y desesperación, vida arrancada, truncada e historias inconclusas, marchitas, perdidas. Imagino familias desbaratadas, madres perseguidas por la pena, hijos dolientes y abandonados, esposos abatidos, viudas atribuladas, pena, dolor, lagrimas, desaliento… pienso también en sus verdugos, criminales comunes cargados de maldad o pasionales verdugos de mente alterada, o los infortunados e imprudentes conductores que siegan una vida y arrastran la culpa eternamente. Veo, palpo, siento el dolor, en cada vela, en cada adorno polvoriento que resguarda la “animita”. Existen muchas abandonadas a la deriva del tiempo, invadidas por los años, por la maleza y por el polvo; otras arrancadas de su sitio, pero respetuosa y supersticiosamente dejadas a la orilla del camino, olvidadas por siglos, mudas testigos de una vida truncada, deshecha, extinta. Otras lucen adornos recientes, velas siempre encendidas, flores con aguas limpias y al pie una banquita donde el deudo doliente se sienta, quizás, de cuando en cuando ha recordar, deseando tal vez sentir palpitar el amado corazón, mirar las ultimas imágenes que sus ojos vieron, tratando de percibir en el ruidoso ir y venir, el ultimo suspiro de los labios amados. Imagino y casi puedo palpar en mi corazón la terrible sensación que se debe experimentar al pisar esa vereda, ese sendero, donde los pies amados caminaron por ultima vez, sendero de perdición que miles recorren sin cegar tan funestas consecuencias. Dolor y mas dolor, y en muchos casos violencia sin nombre, locura, demencia desenfrenada que arranca una vida para vengar quizás que pensamiento inexistente y descabellado. Se deja un testimonio, una ofrenda a esa pena sin nombre, a la locura, al infortunio.
Suspiro en medio de tanta tristeza, y sin quererlo mas de una vez me inclino a leer fechas e inscripciones y mi corazón se acelera y mi imaginación vuela tras la historia secreta que encierra ese altar… son 8 o 9 las que cuento camino a casa, cada día las observo de prudente distancia; pero son tantas las que pueblan nuestras extensas carreteras y avenidas, tantas que no puedo ya llevar cuentas, y hay otras tantas escondidas en parques y bosques, que la gente a convertido en “altares de santos” venerados, nada más que por lo trágico de su adiós, pensando que la sangre inocente lava culpas ajenas y la superstición las convierte en lugares de peregrinación mítica y mas de alguno dice que le curo de algún mal o de alguna pena, y le dejan un regalo o una placa y se olvida al doliente, al que alzo aquel altar para dejar fluir su pena, para tener un lugar donde llorar y palpar las últimos respiros de su “amor”.
En fin “nace una "Animita" por misericordia del pueblo en el sitio en el que aconteció una "mala muerte"” pero díganme, ¿existe acaso una buena muerte?

lunes, 15 de noviembre de 2010

Espejismos

Nuevamente el terror se apodera de mis sueños, el desconcierto y la calamidad me rodean, prisionera estoy de mis fantasmas, en un espejismo tan real que duele y del que no hay escapatoria. Me dejo llevar y lentamente voy sumergiéndome, hundiéndome en el lodo de mis pesadillas.
Una catástrofe de grandes e ignoradas proporciones, ha dejado al país devastado y en caos, vivimos confinados en nuestros hogares, por miedo a los malvados que acechan sin piedad. Estamos imposibilitados de conseguir dinero, el alimento escasea y los hombres, arriesgando sus vidas, se ven obligados a salir al caos y oscuridad total, para buscar algo con que sostener a sus familias, veo con angustia salir de casa a mi esposo, a mi padre, a mis hermanos, veo a mi pequeña pasando hambre y a mi misma vestida de harapos. Estamos todos concentrados en una casa, la que sobrevivió a la catástrofe, allí con mis cercanos pasamos penurias y dolores, siento el miedo y la desesperanza instalados en medio de mi pecho, tanto que duele. Veo las ruinas de la ciudad, veo dolor, palpo la angustia y sufro. Se suceden imágenes espantosas, unas tras otras y no se si las veo desde lejos o estoy prisionera entre ellas. Angustia!!!

Despierto dolorida del alma, y siento alivio de descubrirme en la cama junto a mis amores, con ternura y cuidado, acomodo a mi pequeña que esta atravesada en su cama, le cubro la espalda a mi amado y me acomodo para seguir durmiendo, feliz de haber abandonado mi pesadilla cruel. Pero, sin quererlo, sin sospecharlo, me sumerjo en las mismas angustiantes aguas del espejismo recién abandonado, pero ahora soy yo la que debo recorrer la ciudad en ruinas buscando comida, dinero, agua… me veo vistiendo a mi pequeña, despidiéndome y reconfortándola y abandonando la seguridad de mi hogar, dolorida; junto a mi esposo recorremos calles atestadas de gentes en harapos y desoladas, buscando, al igual que nosotros algo que comer, me duele pensar en que mi niña esta esperándome sola en casa y me agobia, aun mas, que este pasando hambre, caminamos, caminamos y buscamos sin encontrar jamás el ansiado alimento, siento pánico.

Mi sueño da un nuevo y extraño vuelco, algo ha sucedido, la calma y seguridad ha vuelto a la ciudad, ahora veo a miles que vuelven a sus hogares y nosotros también, tranquilos y felices de retomar nuestras vidas, siento al fin paz y creo que ha acabado el dolor. Más solo he mudado una pena por otra, Cristian, me dice que ahora que ha vuelto la paz, me deja!!! Simplemente se marcha en busca de nuevos horizontes, no lo puedo creer, el dolor me atraviesa y la rabia me deja sin habla. Lo amenazo con quitarle a la hija, con que jamás volverá a ver a Antonia, primero grito furiosa, luego amenazo con rabia. Nada lo inmuta, esta decidido e incluso siente que será lo mejor para todos el alejarse completamente de nosotras. No lo puedo creer, le recrimino miles de cosas y al final lo obligo a firmar un documento en que renuncia a su amada hija, solo esperando que con esto reaccione, pero no es así y acude a despedirse de nosotras. El dolor es inmenso, me dobla, me desespera, quiero retenerlo y lo abrazo fuerte, apelo a sus recuerdos, a mis besos, a sus nostalgias, pero nada. Me abraza tierno, siento su calor y duele aun mas este abandono y la idea de una vida entera sin ese calor. Le ruego que se quede, ahora con lágrimas y sumisión, pero él, sereno, se desprende de mí, me arranca de su seno y se aleja. Entre sollozos le pido que se cuide y que vuelva a nosotras cuando desee…

Despierto… él esta apegado a mi espalda, me abraza abandonado a su sueño, siento ese calor dulce y conocido que me acompaña cada noche, cada amanecer, mas allá en su cunita duerme mi pequeña tomada de mi mano, serena y feliz… la bruma de la pesadilla se disipa, me abandono a este amor y siento paz.
Amo!!!

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Página en blanco...

Y ahora tengo tiempo, más me falta la consabida y anhelada inspiración, las ideas se me hacen esquivas y al final de tanto mirar la página en blanco veo puntitos flotando a mi alrededor. Miles de temas dan vueltas en mi cabeza, pero las ideas no se ordenan y nada bueno brota, mis manos ansiosas detenidas sobre el teclado, la mirada clavada en la pantalla ausente y nada, NADA... golpeteo los dedos en el escritorio esperando que por mágica combustión me invada una ola de inspiración y mis manos corran por el teclado, pero no sucede nada. ¿Será que ha mi vida le falta guión, aventura, suspenso? ¿Será que me he subido a los rieles de la temida rutina y eso me ha robado la inspiración? Repaso el día a día, esta rutina mía, que es casi metódica, que me acondiciona y a la que he acomodado mi mundo.

... Amanecemos en un nudo compacto los tres en la cama matrimonial, demás esta decir que siempre renegué contra esto, pero en fin… cuando no duerme derechamente con nosotros toda la noche, a las 5 am en punto, la pulguita “salta” a nuestra cama y se queda entre nosotros apretujada y feliz, yo la recibo dichosa, me encanta ese calorcito que emana de su diminuto cuerpo, ese aroma a bebe y leche agria, no me importa que me orille en la cama, que se acomode con el potito parado o que le robe la cabecera al papá, todo por disfrutar de esa ternura suya y de su entrega incondicional. El despertador reclama en el velador a las 06:00 am y lo hará cada 10 minutos y siempre la mano de mi amor lo apagara sin conciencia alguna. A las 06:30 es mi obligación despertar a mi amado, para que, rezongón, se lance fuera de la cama, me quedo remolona unos 15 minutos mas, abrazando a mi porota, tratando de absorber toda su paz, todo su amor. Cuando escucho que mi esposo sale de la ducha, me obligo a abandonar ese trocito de cielo junto a mi pequeña y comienzo mi día, la ducha, la crema y demases, ver si esta todo en orden, las cosas de la niña, su ropita, sus juguetes, todo en su lugar, luego el maquillaje, la ropa y esperar a mi Madre… siempre rogando que la porota no se despierte, porque si lo hace el cuento es otro, la tomo en mis brazos, le doy pecho, trato que vuelva a dormir, si no el adiós será triste y me iré con el corazón roto. A las 08:15, salgo corriendo de la casa, me lanzo escalera abajo, corro, corro, saludo al guardia, ese viejito simpático que esta enamorado de mi madre (ja, otra historia) y sigo corriendo hasta la parada de la locomoción, espero, espero, subo, marco, me bajo, espero, subo, marco, corro, cruzo la alameda, me subo al colectivo, me bajo, corro, estoy en la oficina, prendo el computador, reviso mi correo, el de la empresa, imprimo, leo, actualizo, reviso, desayuno a las 09:30, vuelvo al escritorio, trabajo, cada una hora llamo a mi madre, si no me llama ella, para saber de mi pulguita y no es obsesión o que me preocupe que le pase algo, es solo que la extraño mucho y escuchar su vocecita de fondo me llena de energías y fuerzas para seguir. 14:00 almuerzo la asquerosidad del día y a las 17:15 pm, cierro todo, voy al baño y antes de las 17:30 ya voy saliendo de la oficina rumbo a mi hogar. Los 45 minutos que me demoro en el micro hasta la casa, los ocupo en leer un buen libro, el de turno es el “Conde de Montecristo” por segunda vez. Paso a comprarle las “gomitas” a mi porotita y llego a casa casi corriendo a eso de las 18:30. Allí esta ella, junto a su “Tatita” y su “Yaya”, feliz jugando, corre, me abraza, me da besitos y me pide “tetita” o “gomitas” según el humor del día. Los Tatas se marchan y nos quedamos allí las dos en nuestro mundillo, conversamos, le pregunto por su día, ella me mira divertida “bem” me dice cuando la interrogo sobre su comportamiento, amo!!! Me grita y se pega a mi pecho ansiosa. Así, entre charla, Tv y gomitas, da la hora en que llega Papá, ella corre ansiosa a sus brazos, lo saluda y le roba el dulce prometido, con mi amor charlamos del día, de la oficina, de los problemas varios, todo mientras preparamos la once, pronto estamos los tres en la mesa comiendo y viendo Tv. Luego ordenar, preparar las cosas para el otro día, jugamos algo con la niña, planchar y el baño entre “gobos” de la hijita, se viste con el pijama de turno y se niega a dormir. Al fin nos sentamos a ver algo de tv o charlar o un masaje por acá, unos cariños por allá, hasta que el sueño rinde a la pulga y cansados nos arrastramos a la cama. De lunes a viernes esta es mi rutina ¿Fome, agotadora, monótona? No lo sé, pero me acomoda y si puedo robarle al tiempo unos minutos para pasear con mis amores por el jardín y disfrutar de una noche estrellada me siento aun mas completa y en paz.

Sin embargo, la inspiración sigue sin venir y me resigno a cerrar esta pagina en blanco otra vez.

lunes, 25 de octubre de 2010

Pesadillas

Algo extraño sucede, un virus o algo parecido esta invadiendo el mundo, no tengo percepción si es solo en mi país, mi ciudad o a escala mundial, pero siento instintivamente que el mundo tal cual lo conocemos esta a punto de desaparecer. No tengo claro que es, solo la sensación alarmante de que debo escapar y lo mas pronto posible y aunque no sé adónde, algo me dice que encontrare un lugar seguro mas allá. El tiempo apremia, debemos correr, tomo a mi pequeña y unas cuantas cosas indispensables y junto a mi esposo, echamos a correr desesperados, sin rumbo fijo, solo con la claridad de que debemos salir fuera de los limites de esta pequeña ciudad... corremos, corremos desesperados. Me encuentro con mi hermana que desesperada va por sus hijos al colegio, quiero que venga con nosotros, pero no podemos desviarnos, no podemos esperar, tenemos que pensar en la pulguita, con dolor nos separamos. Nosotros seguimos corriendo siempre conscientes de que algo, no sé que, nos pisa los talones, mucha gente corre a nuestro alrededor y eso me infunde aun más angustia y alarma, y corro, corro, corro desesperada, cargando a mi pequeña, sin mirar atrás.

A lo lejos se siente una enorme explosión, nos volteamos y con consternación descubrimos que la ciudad ha desaparecido en una enorme bola de humo. Han tirado bombas sobre la ciudad, seguro, para matar a los portadores de tan terrible mal. Seguimos corriendo, Cristian me muestra unas montañas silvestres y me dice que ahí esta la seguridad anhelada, nos adentramos en bosques espesos, siempre corriendo, siempre huyendo, recogiendo a nuestro paso cosas que nos parecen útiles, fruta, frazadas. Siento que llevamos horas corriendo, estoy cansada y ha punto de darme por vencida, pero Cristian me alienta, me muestra un pequeño claro y me dice que estamos próximos... le creo y sigo corriendo junto a él.

Llegamos a una casona en medio de la nada, extrañamente nos recibe un compañero de trabajo de mi esposo, nos da asilo, nos cuenta como van las cosas, el mundo entero es un caos, todos escapan a los campos, las ciudades han sido invadidas por una especie de “monstruos” portadores de un aterrador virus, las autoridades han bombardeado las ciudades más grandes, decenas, miles, millones de muertos, que dolor, pienso en los míos y lloro ¿dónde estarán? ¿habrán conseguido huir?...

Mucha gente desconocida, deambula por esta casa enorme, nos instalamos en un cuartito con mi pequeña, descansamos. De pronto, a lo lejos escucho la voz de mi hermana, salgo a su encuentro... es ella, nos abrazamos, esta a salvo junto a su familia. También llega mi padre, pero solo, le pregunto ansioso por mi madre, dice que estaba en casa y que no alcanzó a llegar donde ella antes de la explosión, pero ahora va ha volver por que le dijeron que aun quedaban sobrevivientes en las ciudades y esta decidido a ir por ella. Le sigo, me despido de mi hijita que me mira asustada y de Cristian, tengo que volver, no sé por que, siento que puedo encontrarla, me siento en la obligación.

Nos alejamos de la casona, y con ella de la seguridad y nos adentramos en un mundo de horror, mas allá de ese denso bosque todo es caos, gente muerta por las calles, mucho humo, destrucción y terror. Corremos desesperados, llamando a gritos a los nuestros, entre ruinas y cadáveres, buscamos a Fernando, a Pablo a José Luis y a mi Amada Madre. Ruinas y mas ruinas, caos, pavor... me invade un miedo maquinal que no logro dominar, solo corro, corro sorteando miles de obstáculos aterradores.

Cambio de escenario sin darme cuenta, a ratos voy por una carretera, luego estoy en una ciudad, y también en un barco donde encuentro un pequeño “tigger” que recojo pensando en mi pequeña, atravieso, asimismo, ríos y mares furiosos y oscuros, en uno de ellos, nos topamos con una pequeña isla de pasto y basura, sobre ella una carpa y dentro mi hermano Fernando con sus dos niños, la isla flota en aguas turbias y violentas, Fernando sostiene una escopeta en la mano y tiene un rostro extraño de pavor y determinación de defender a los suyos a como de lugar. Le pregunto por la Fanny (mi cuñada), no sabe nada de ella, él estaba en casa con los niños cuando paso todo y ella en el trabajo, piensa que esta muerta pero no quiere moverse de ese horrible lugar por que supone que ella iría por ellos allí. Le insto a que nos siga, no quiere, nos alejamos junto a mi padre, los veo diluirse en una espesa niebla, se me oprime el corazón, lloro, y sigo corriendo. Mas allá de seguro esta mi madre y es a ella a la que deseo llegar con desesperación, para poder reunirme otra vez con mi pequeña familia. Al paso nos sale gente con armas, que nos amenaza sin razón, todo esta en caos, las tiendas saqueadas, las casas destruidas, las personas lamentándose y nosotros continuamos en nuestra carrera frenética en busca de esa persona tan importante. En medio de la locura, vislumbro una tienda de zapatos, que tiene rota su vitrina, me agacho y recojo unas “chalitas” rosadas, hermosas, pienso en las patitas de mi niña hermosa desnudas acaso y me las echo al bolsillo, me siento culpable; pese al caos que reina, mi conciencia me acusa, pero no renuncio a ellas, no puedo dejar de imaginármelas en los piesesitos amados de mi Antonia.

Seguimos mas allá, entre ruinas, hasta que damos con el barrio. La villa esta en devastada, las casas en el suelo, algunas incendiándose, otras completamente destruidas, pero unas pocas, aun están en pie, y esa es nuestra esperanza, no permitimos que esta destrucción nos desanime, seguimos internándonos entre ruinas, nos metemos por los patios. Sin notarlo damos con la casa de Sara y sus padres, que extraño, su casa esta intacta o casi, la verdad le falta el techo, entro, nos unimos en un estrecho abrazo, que feliz me siento de verla viva a ella y su familia. Me cuenta mas detalles, el virus es mundial, pero ellos no quieren dejar la casa. Mi papá sube al baño, quiere ducharse, y aunque me parece extraño, me siento a esperarlo, repentinamente presiento algo malo, la casa no esta bien, le pido que baje, algo me dice que debemos escapar. Huelo gas... gas??? Papá gritó, baja, baja ya!!! Corrimos hacia fuera, la casa explota, quedamos tendidos en el piso, vivos pero a mal traer. No importa, debemos continuar, queda poco. Seguimos en nuestra delirante carrera, corremos, corremos hasta al fin llegar a casa de mis padres. Con pasmoso temor, abro la puerta y ahí esta mi madre sentada en el living, como esperando, tiene unos bolsos listos, comida, cosas que solo una madre como ella puede considerar. Mis padres se abrazan, y echamos a correr nuevamente en busca de los nuestros mas allá, en el bosque.

Agotada, sudorosa y asustada, recibo la mañana salvadora, junto a mi amor y mi dulce pequeña. Me doy cuenta que otra vez el terror invadió mis sueños.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Bajo tierra...

Encerrados en fondo oscuro y húmedo de la tierra esperan a que vengan por ellos. Silenciosos, taciturnos, temerosos del incierto futuro que se ha cernido sobre sus cabezas. Puede que mañana mismo desbloqueen la salida y puedan ver el sol brillar, puede que en un par de semanas den con su paradero y consigan arrancarlos de las entrañas de la tierra caliente, pero de igual forma es posible que se cansen de buscar inútilmente, y aunque están seguros que habrá quienes clamen por su vida e imploren por su rescate, también sospechan que pueden ser abandonados allí, en ese espacio exiguo, caluroso y oscuro, bajo metros incontables de tierra maciza y roca, cautivos, sepultados vivos.

Ellos saben que allá en la superficie se escribe su destino, y solo ruegan misericordia y esperan... esperan callados mientras en sus cabezas danzan, al son de la desesperación y la incertidumbre, miles de ideas y pesadumbres, en sus gargantas se encuentran atoradas las palabras que no dijeron a sus seres amados antes de partir rumbo a la faena, aquel te amo mezquino que siempre se niega a salir de los labios, aquella caricia esquiva, aquel perdón pendiente... pero quien iba a pensar que en fracción de segundos el cielo se iba a cerrar sobre ellos.

Como todos los días, habían abordado el camión que los conducía hasta las entrañas de la tierra, como todos los días habían tomado sus herramientas y cada cual se había dado a la tarea de arrancarle a la tierra sus preciosos metales, como todos los días pasaban sus horas sumergidos en las profundidades... hasta que todo se derrumbo sobre sus cabezas, dándoles el tiempo escaso de huir aun mas profundo, internándose desesperados en busca de seguridad y para cuando todo se hubo calmado, cuando la tierra se hubo asentado, solo había oscuridad y silencio... es verdad que trataron de desandar sus pasos, de buscar una salida, pero solo dieron con roca dura y oscuridad.
Tratan de no perder las esperanzas, de rato en rato, rompen el silencio con palabras de aliento, con palabras de esperanza, se pasean y se golpean las espaldas, tratando de reconfortar y reconfortarse pero, cuando las horas avanzan y el silencio los envuelve cada vez mas amenazador, piensan involuntariamente si sobre la tierra los habrán dado por muertos y los dejaran sepultados allí, en ese hueco húmedo y oscuro, y se preguntan, cuanto tiempo pasara antes de que la locura se apodere de sus mentes; ahora son todos camaradas, compañeros de labor y de desgracia, pero cuando la comida y el agua comience a escasear ¿serán capaces de mantener ese compañerismo desinteresado? Se miran involuntariamente recelosos, pensando quien cederá a la desesperación primero, si aquel mas joven muchacho, nuevo en estas faenas, no acostumbrado al aire denso y la oscuridad punzante, o aquel “viejo” de años de experiencia, pero de pulmones cansados y enfermos de tanto respirar este aire árido.

Y esperan a 700 metros de profundidad, se rearman, se organizan, se acomodan y esperan, durante 17 largos días simplemente esperan...

miércoles, 30 de junio de 2010

Esto es vida!!!

 Me tiene cansada todo esto... no sé que especialmente o por que particularmente hoy, no ha sucedido nada extraordinario (quizás sea eso mismo) Las mismas caras de siempre, los mismos problemas, todo intacto, como si el viernes hubiera puesto pausa y hoy play... ningún desafío, si no la misma rutina de hacer esto y aquello que poco aporta a nada o a nadie. El teléfono que suena sin cesar, mis superiores que quieren esto y aquello, irrelevante por lo demás y yo pensando en mi bebé hermosa que me extrañara al despertar, que esta en casa, calientita junto a su abuelita y de seguro al abrir sus ojitos dirá “máma” y su “Yaya” le dirá, no la máma no esta, anda trabajando y ella se conformará por que así son los niños y seguirá su día junto a esa abuela que tanto ama. Y yo seguiré aquí, atrapada con personas que me importan nada, ocupada en cosas insignificantes, contando las horas que faltan para regresar a mi hogar, sintiéndome miserable, frustrada y hasta quizás, un poco fracasada. Y es que en aquellos años en que la vida esta entera frente a ti, sueñas, piensas, crees, que te espera un futuro brillante, lleno de aventuras y desafíos, que con tus fuerzas e inteligencia te basta para conquistar el mundo, que llegaras lejos, cuan lejos desees, aunque a decir verdad, no tienes para nada claro adonde quieres efectivamente llegar. Y unos 15 años después, la realidad te golpea con fuerza, una fuerza brutal y te despiertas atrapada entre 4 paredes haciendo cosas que no te colman, por un sueldo escaso que solo alcanza para sobrevivir, dejándote llevar por la corriente de la rutina por la que circula el común de la gente, aquellos que también se dieron contra la muralla de la realidad y vieron sus sueños y añoranzas convertidos en humo. Te resignas, bajas la cabeza y sigues adelante pateando piedras... así me desperté hoy, pateando las piedras de la realidad, como ya dije, frustrada y resignada contando las horas que se hacen eternas en ese reloj gris que cuelga del muro...




No puede ser esto la vida, grito en mi interior... Entonces evoco esa carita hermosa que sonríe en mi recuerdo, que arruga su nariz y corre a mi encuentro con los brazos extendidos diciendo máma, máma... y me da un abrazo apretado y mil besitos... recuerdo, también, a ese hombre apuesto y amoroso que me acoge cada noche entre sus brazos y me murmura al oído cuando me ama, recuerdo la tibieza del sol en nuestras caras a orillas del calle-calle, o la brisa golpeando nuestro rostro en el hermoso Futrono, recuerdo las carcajadas que compartimos el domingo aquel en que la pequeña Antonia bailaba al ritmo de la radio e imitaba nuestros pasos, recuerdo todos los pequeños momentos que comparto junto a los que amo y la felicidad infinita que siento cuando nos acurrucamos los tres en la cama a dormir la siesta, cuando el tiempo se detiene y todo parece en paz y perfecto y digo ESTO ES VIDA, esto es lo que he conseguido, mis logros, mis triunfos y lo que realmente importa y me siento satisfecha, renovada y dispuesta a seguir soportando esto que ayuda a que lo otro sea posible.

viernes, 18 de junio de 2010

Mas alla de las olas y la niebla...

Tras los pasos prudentes hacia el mañana, hacia el futuro, hacia lo incierto, siempre va el tambaleante dudar de sí el siguiente movimiento nos llevara a lo que anhelamos y buscamos sin descanso “La ansiada felicidad” o si al menos encontraremos un grado de paz que nos permita disfrutar de los pequeños detalles que llenan nuestra vida y la hacen valiosa. El futuro se presenta como sombras difusas, niebla espesa que esconde el misterioso porvenir, nunca sabemos que realmente nos espera mas allá de las olas espesas del presente y vamos arriesgando vida, tiempo y sentimientos mientras nos adentramos en el turbulento mar del mañana, buscando tierra firme, siempre a tientas, pero seguros de que mas allá de la niebla encontraremos aquello que buscamos y que nos permitirá impulsarnos y seguir adelante, avanzando, superando y dejando atrás lo malo, para atesorar lo bueno.

Sin embargo, a veces, como hoy o como esta semana o quizás como este mes completo y tal vez aun más allá en mi vida, las fuerzas de estas gigantes olas del presente son tan poderosas que me arrastran a su antojo y me siento perdida en esa niebla, dando manotazos a locas, buscando pisar tierra firme en forma desesperada para encontrar estabilidad, paz, y así dar el siguiente paso sin caer en el abismo de la desolación y perder para siempre la cordura.

Particularmente hoy, la niebla se ha vuelto aterradoramente espesa y oscura, me envuelve y confunde, modifica las realidades y me ahoga, transforma las cosas mínimas en colosos monstruos amenazantes que me aterran y me dejan sin fuerzas, me paralizan y huyo, me escondo, me refugio, sin lograr ver la hermosa realidad que me espera allá lejos de este cruel escenario en que me veo obligada a caminar. Cierro los ojos y espero en silencio a que la bruma se disipe un poco, lagrimas silenciosas limpian mis ojos y un sollozo retenido por milenios escapa de mis labios, siento temor de extender mi brazo y que ese monstruo siga allí, acechándome, esperando para devorar mi cordura, me siento débil e ínfima, incapaz, cual niña asustada esperando a ser rescatada... me pregunto donde han quedado mis fuerzas, aquellas que me han permitido llegar hasta aquí, dejando atrás tantos pesares y problemas, esas que me sostienen y que ha otros ha sostenido, donde se fue, quien me la quito, quien la consumió... No lo sé, solo percibo este vacío en mi voluntad, este temor que me paraliza, que me torna vulnerable y pequeña, incapaz de alzarme y tomar las riendas de esta vida mía, que como todas tiene de tristezas y alegrías, de pesares y de risas... no es particularmente desgraciada o especialmente intrincada, sin embargo, hoy la percibo injustamente sobrecargada de problemas insolubles, mas no es eso lo que me angustia, si no mi propia vulnerabilidad, mis ganas de huir, de esconderme, de bajar los brazos y dejarme llevar por las olas mar adentro y perderme en su vaivén, ya no luchar, ya no ir tras nada mas que silencio, un infinito silencio que acalle mi mente tortuosa y dormirme en la corriente de este mundo, que hoy siento en mi contra.

Pero más allá de las olas, mas allá de la niebla, escucho primero el murmullo de una voz infantil llamándome “Mamá, mama”, luego una voz varonil que me nombra amoroso y que me insta a seguir, me recuerda que su mano firme me espera allá, que solo me basta extender mi brazo y el me atraerá hacia si y me confortara entre sus brazos, que solo falta un poco mas, que luche un poco mas y estaré con ellos en tierra firme, para recobrar las fuerzas, con ellos mis amores, mi vida, la de verdad, la que la niebla no me deja ver.

Un poco mas y podré ver mas allá de las olas, mas allá de la niebla.

martes, 6 de abril de 2010

Se nos movio la vida...

La madrugada aquella fue particularmente aterradora, instalados en casa de mis padres, alrededor de una vela esperando que las horas pasaran, tratando inútilmente de comunicarnos con nuestros seres queridos que no estaban presentes en aquella vigilia, escuchando en la radio del auto las magnitudes que había alcanzado el movimiento, el cual  se sintió prácticamente en todo Chile, sin lograr dimensionar completamente los estragos que había causado. Asustados y alertas, anhelantes de que llegara el día para, al menos, no estar sumergidos en la absoluta oscuridad sintiendo las mil réplicas que siguieron al gran sismo; con sueño pero demasiado aterrados como para recostarnos, esperando algo, sin saber exactamente que.

La mañana llegó al fin, extrañamente nublada, polvo en suspensión envolviendo la realidad, medio aislados del mundo por la falta de electricidad y sin comprender aun los inmensos daños que había causado en la mitad de Chile este gran terremoto grado 8,8.  

Conforme pasaron los días, fuimos enterándonos, entendiendo y espantándonos, del inmenso daño, no solo del terremoto, sino también del tsunami que afecto las costas chilenas, comprendiendo que había ocurrido una enorme desgracia en nuestro país, que muchos habían perdido todo, que otros muchos habían muerto y otros tantos estaban desaparecidos. La vida de todos había sido sacudida inevitablemente y nos costaría volver a la normalidad.
Yo me sentí enferma de pena, una pena profunda acompañada de temor y angustia, no podía dejar de pensar en aquellas vidas arrebatadas por el mar, esos hijos robados de las manos de sus madres que se perdieron en la oscuridad de las aguas, llantos en medio de la noche, gritos desesperados y desesperanza. Me aferraba a mi pequeña, imaginando el dolor de aquellos y lloraba, lloraba de impotencia, de dolor, de pena.
No me atrevía a volver a casa, aunque el edificio había soportado estructuralmente el sismo, el departamento estaba todo revuelto, todo estaba en el suelo, el televisor, los libros, todo lleno de vidrios y caos, desolador y atemorizante. Volvimos un par de veces, a buscar lo indispensable, pero sentía miedo, debieron pasar por lo menos 5 días antes de que me atreviera a regresar. Una vez en casa, debí sobreponerme a las réplicas, que durante los primeros días eran casi constantes, no pasaba un día sin que se nos moviera el piso y cuando no era la tierra la que vibraba eran nuestras piernas las que lo hacían,de pura sugestión. Yo sentía cada movimiento, por pequeño que fuera y me ponía de pie, alerta, lista para huir, con mi Antonia en brazos. Luego se fueron distanciando, dos o tres a la semana, unas suaves, otras mas fuertes, pero constantes recordándonos aquella aterradora noche, sin dejarnos descansar. Luego vinieron aquellas fuertes, el día del cambio de mando, 11 de Marzo para ser exactos, tres al hilo, la mas fuerte de 7,2 grados, aterrados huimos a tierra firme y con nosotros los vecinos que a esa hora estaban en casa, nuevamente escape a casa de mis padres aterrada. Y ahora cuando ya nos olvidamos de las réplicas, viene una con fuerza, el 04 de Abril por la noche, 11:32 pm, 4,8 grados con epicentro en Santiago, y estuvo precedida de un ruido aterrador, parecia que la tierra se abria, que nos tragaba, el miedo nuevamente, las ganas incontenibles de escapar, aunque no se bien donde.

Retomar nuestras rutinas luego del terremoto no ha sido sencillo, el temor se ha instalado en nuestras vidas y limita nuestras acciones y vivencias incluso hasta el día de hoy, cuando ya ha pasado mas de un mes. Las réplicas nos mantienen alertas y no nos permiten olvidar la noche aquella, estamos siempre expectantes y temerosos de que la tierra vuelva a remecerse con igual intensidad. No importa lo que señalen los expertos, en cada réplica pensamos que quizás sea un nuevo terremoto y nos ponemos en alerta, listos para correr escalera abajo; Incluso hemos diseñado un plan de escape, Cristian abre la puerta y toma a la niña, yo la manta y la linterna y bajamos, nada de retroceder sobre nuestros pasos, bajar, siempre bajar en busca de seguridad. Quizás por cuanto tiempo viviremos así, atemorizados, esperando sin comprender muy bien que esperamos. Quizás los mas afortunados, simplemente esperamos que la tierra se calme, que deje de vibrar y poder dormir en calma, pero hay quienes esperan poder reconstruir su hogar y los menos afortunados esperan que el mar les devuelva un ser amado...
Se nos movió la vida y aun sentimos las réplicas en nuestro día a día. Se nos movio la vida y para siempre

martes, 30 de marzo de 2010

El día en que la tierra temblo...

03:35 am, la noche en su estado más profundo, acurrucados en nuestra cama, los tres dormíamos profundamente, de pronto un ruido desde las entrañas de la tierra acompañado de un suave vaivén, nos sobresalta. Cristian prende la luz, nos miramos y sin mediar palabra nos ponemos de pie... esta temblando y la intensidad amenaza con aumentar. Mi pequeña Antonia se encuentra profundamente dormida, totalmente ajena a lo que sucede, suavemente la tomo entre mis brazos, en caso de que tengamos que arrancar. Recibo la orden perentoria de mi esposo "vístete" obedezco sin chistar, me arrebata a la hija de los brazos, el sismo aumenta en intensidad peligrosamente. Cristian corre a la puerta, solo para abrirla por que en estos casos es lo primero que se traba, le sigo de cerca. Al llegar a la puerta, Cristian percibe las cosas cayendo peligrosamente y casi por instinto decide bajar, me llama, creo haberlo escuchado pero no lo tengo claro, supongo que por ese llamado decido buscar una frazada para cubrir a la Antonia que dormía solo con piluchito. Me devuelvo por el pasillo hacia el cuarto de la hija, de pronto las luces parecen estallar y todo queda a oscuras, el vaivén del departamento me hace perder el equilibrio y comprendo que no podré llegar al cuarto, retrocedo al living. Cristian ya bajó, seguro de que yo lo seguía de cerca, lo llamo en la oscuridad pero no responde, siento terror, no logro sostenerme en pie y el ruido ensordecedor de la casa y la tierra crujiendo, sumado a las cosas que caen y se quiebran, todo en la oscuridad profunda, me atemorizan aun más. Sigo con la idea fija y casi irracional de conseguir una frazada, recuerdo el polar olvidado sobre el sofá y me acerco a tomarlo, la fuerza del movimiento me lanza al piso, y por primera vez en mi vida siento la certeza de que moriré. Tirada en el piso, sacudida violentamente, pienso "esto se cae y no alcanzare a salir, este es el fin, hasta aquí llegue" Dios mío ruego a gritos, solo permíteme estar junto a los míos, abrazar a mi esposo, cargar a mi Antonia, si vamos a morir que seamos los tres juntos... Siento terror, verdadero terror, pero no me paralizo, pienso en los míos, no se si están a salvo, quiero verlos, saberlos vivos, eso me da fuerzas y lucho contra el movimiento que sacude la tierra violentamente. Me levanto a duras penas, las cosas caen a mis pies, alcanzo la escalera y sin sentir el piso corro escalera abajo, llamando a gritos a Cristian y a mi Hija... Cristian me espera a los pies de la escalera, esta desesperado, me abraza, la luna llena y esplendorosa ilumina nuestros rostros pálidos de terror y confusión.

Se aglomera la gente a nuestro alrededor, nos instan a ir al centro de la plaza en busca de seguridad, el movimiento ha bajado de intensidad pero no cesa. A medio vestir, con la Antonia envuelta en la bendita frazada de polar, descalzo y aterrados, seguimos las instrucciones de aquel vecino que se ha alzado guía en la emergencia. Me siento aturdida, aterrada y murmuro "estamos vivos, estamos vivos, Dios mío, gracias", una y otra vez, casi para convencerme, incrédula de que la pesadilla haya terminado. Me tiemblan las piernas, me aferró a Cristian que extrañamente sereno sostiene a la Antonia acurrucada en su hombro divertida de la escapada en medio de la noche. Murmuro entonces los nombres de mis seres amados "Mamita, Papito, Pablo, Patty, Fernando, Johanna... los enumero uno a uno, en una oración no convencional y ruego ¡Oh Dios mío que estén bien!... por favor que estén bien", Mi cuerpo reacciona contra mi voluntad, una arcada me dobla, el pánico me da nauseas, me controlo por mi pequeña que me mira ansiosa, en su pequeña mente deduce que algo ha sucedido y nos abraza a los dos, apretadamente, no quiere que nos alejemos.

Los edificios sobrevivieron al movimiento, pero desconocemos los daños estructurales que pueda tener, Cristian trata de devolverse al departamento en busca del celular para tratar de comunicarnos con el mundo, pero no logra entrar, esta descalzo y el piso esta lleno de vidrios y cosas rotas, vuelve a mi angustiado. Abrazados los tres nos quedamos en medio del condominio, una oración en silencio, rogamos por calma, por que todos estén bien, por encontrar seguridad.
En medio de la oscuridad y el desorden siento que me llaman a gritos... veo pasar casi corriendo en dirección a mi departamento a Pablo, mi hermano menor... corro hacia él, lo abrazo, lloramos. Están a salvo, el y su familia y mis padres también. Quiere llevarnos a casa de mis padres, dice que mi mamá esta con un ataque nervioso, que necesita vernos y a decir verdad es lo más prudente. Suben con Cristian a casa, buscan lo esencial y huimos a casa de mis padres.
Así recuerdo aquella terrorífica noche, así fueron los hechos... así fue mi vivencia el día que la tierra tembló.

viernes, 19 de febrero de 2010

La noche sin luz...

Se cierne la noche silenciosa sobre nuestras cabezas, la oscuridad lentamente va invadiéndolo todo, todo va transformándose, mutando, las cosas adquieren dimensiones descomunales, las sombras llenan los espacios antes vacíos... y el silencio, el silencio ensordecedor consumiendo mi oxigeno... desespero. Me siento en el mullido sofá del living, mi hijita pequeña duerme serena entre mis brazos... ajena a los pesares, se abandona a mi abrazo y descansa, segura y feliz. Yo me acurruco a ella, busco su calor para entibiar mi alma, para reconfortar mi corazón.
Aquí dentro, es todo silencio y oscuridad, afuera la vida sigue su curso normal, los niños juegan, los padres ven televisión, todos van y vienen y yo, aquí, aplastada por esta escalofriante oscuridad, sola y en silencio. Siento pena de mi, pena por la situación que estamos viviendo, pena por mi pequeña, aunque ella nada sospecha, pena por mi esposo que trabaja hasta estas horas, pena y mas pena. Una lágrima silenciosa recorre mi rostro y luego otra y una tercera... me doy permiso para tenerme lastima, sin culpas, solo lastima por estos momentos difíciles que nos toca atravesar, no importa que sea nuestra culpa, igual duele, igual pesa, igual cansa. Lloro en silencio, desespero, siento lastima de mi... y la oscuridad amenazante se hace mas densa, mas dolorosa, mas real. Trato de pensar en algo peor que esto, mas injusto, mas terrible, mas desgarrador, mil cosas se me vienen a la mente... Haiti, los Judíos en la Alemania Nazi, la Nacha Abarca... todo terrible, mas que esta oscuridad, pero no me consuela, me siento miserable y siento lastima de mi, de nosotros, no puedo evitarlo, nos ha tocado pesado y tengo pena. Sentada en la oscuridad medito en mis haberes y mis faltas, mi mayor haber descansa serena entre mis brazos, el segundo viene en camino cansado pero sano, allá en su casa están mis padres y mas allá mis hermanos, todos a salvo... pero la oscuridad pesa y duele... no puedo evitarlo, me siento miserable, triste y hoy mis faltas pesan demasiado... Siento miedo, un miedo inexplicable a esta dolorosa oscuridad, a esas sombras que juegan caprichosas con mi imaginación, exacerbada por al soledad, miedo al silencio, al vacío, a quedarme con mi dolor a solas, me aferro a mi Antonia, a su calor, a su suave aroma a bebé y me calmo un poco... ya pronto llegará Cristian, ya pronto será mañana y la luz invadirá todo y podremos resolver este embrollo... pero esta noche, esta noche me siento miserable y lloro.