jueves, 22 de octubre de 2009

La separación

Toco mi cara y la siento húmeda, no había notado que lloraba... las lágrimas se deslizan sin control ni voluntad, silenciosas surcan mi rostro y desahogan mi corazón. Esta pena que no pasa, esta pena que se adhiere a mi pecho y me deja agotada de tanto extrañar. Hasta ayer mi vida era otra, entre los seguros muros de mi casa, cuidaba de mi pequeña y la veía placidamente crecer, hasta ayer era feliz cuidando de mi hija y hoy debo separarme cada mañana de ella y se me desgarra el alma de tanto dolor. ¿Como sucedió?

Desde la ignorancia y la certeza de tener la razón, me observa despectivo y predispuesto a todo lo que diga... no necesita escuchar, ya sabe a lo que vengo y él no esta dispuesto a ceder. A todas mis angustias responde con un frío "es normal", mientras escribe quien sabe que en su computador. Cuando guardo silencio se voltea y me observa
- ¿Algo más? me interroga...
- ¿Que mas quiere saber? le respondo molesta...
Mueve la cabeza, "lo que quieras decirme" responde...
Me siento impotente, se que no me ha estado prestando atención, que ya dicto sentencia y basándose en su conocimiento y no en la experiencia (que no posee), ha decidido que "no tengo nada de nada". Me resigno. Las cartas ya están echadas, vuelvo al trabajo, me separo de mi niña.
Llore en silencio, sentí rabia e impotencia, nada de toda esa angustia oprimiendo mi pecho podía ser normal, no puede ser normal sentirse desesperada todo el tiempo y llorar sin sentido; no pueden ser normales aquellas largas noches en vela perseguida por fantasmas inexistentes, no puede ser normal sentirse así teniendo todo para ser feliz, sentir esta tristeza infinita mientras la razón te dice que es tiempo de sonreír. No puede ser normal temer perder de vista a tu pequeña, cuando sabes que esta en buenas manos. No, no podía ser normal, pero mi verdugo dijo que sí lo era y no me quedo más que asumir la realidad.
Durante tres semanas me prepare para el fatal momento, sopese lo bueno, lo malo y lo necesario, me expuse a palabras de apoyo y a arengas de esperanza, quise creer en todos aquellos que con la mejor de las intenciones, me decían que todo estaría bien, pero por dentro el miedo me asfixiaba. Fueron muchas noches en que la angustia me consumía y a ratos creía perder la razón.
Durante el día, miraba a mi pequeña jugar feliz y el corazón se me desgarraba pensando que su pequeño y seguro mundo se vería irremediablemente alterado en un par de días y que su mentesita no comprenderia por que de un momento a otro su mamita ya no estaba para mimarla. A ratos la levantaba en mis brazos y me la comía a besos llorando desesperada mientras le pedía infinitas disculpas por cambiar su vida así sin más, por no poder hacer nada o por haber hecho las cosas tan mal.
La culpa se transformo en mi compañera. Culpa por tener deudas que requerían que yo trabajara, culpa por no haberla criado mas independiente, culpa por no poder dejar el trabajo, culpa por tener que dejarla, culpa por no poder darle todo aquello que ella necesitaba, culpa, culpa, culpa... a ratos deseaba con desesperación que el día llegara, por que la espera me estaba matando, el temor a lo que sucedería, a su reacción, a la mía y a mil cosas mas... miedo, miedo, miedo... el miedo, la culpa, la angustia y la desesperación fueron mis entrañables compañeros esos eternos 15 días

Llegó el día y contrario a lo que esperaba, aquella noche dormí profundamente abrazadita a mi pequeña, amanecí despejada y serena, los mil preparativos previos a la separación, me consumieron y no tuve tiempo de pensar demasiado, ni de dejarme llevar por mi angustia, esto hizo que me sintiera extrañamente en calma... mis padres llegaron a la hora prevista y ya todo estaba dispuesto para el momento... enfrentaba uno de mis terrores mas grandes y me sentía extrañamente serena. La deje en brazos de mi madre, ella pareció extrañada pero no lloro, tenia sus ojitos adormilados aun, había despertado temprano, como presintiendo que algo sucedía; con extrañeza me observaba atentamente, me seguía con sus ojitos mientras yo me desplazaba de aquí para allá preparando los últimos detalles; a ratos mi hermosa niña, me sonreía desde los brazos de la abuelita, creo que pensaba que saldríamos a alguna parte o algo así...

Estaba todo listo y sin embargo, yo revisaba una y otra vez las mismas cosas, asegurándome que todo estaba bien o como simple escusa para no afrontar lo definitivo... aun recuerdo sus ojitos adormilados siguiéndome por la habitación y se me aprieta el pecho. Me dolía y ya no había nada que hacer... mi padre me arrastro fuera de la casa, mientras ella me observaba incrédula... me flaquearon las piernas, desapareció la falsa calma y sentí que me desmoronaba, estalle en un llanto desesperado y desgarrador que me doblo... confundido mi papá me sujeto y ayudo a bajar las escaleras, mi mamá me decía desde arriba que todo estaba bien, que la niña estaba tranquila, pero yo sentía que algo se partía dentro de mi.

Es difícil explicar la sensación que me embargaba, me sentía tan culpable por dejarla y por lo que ella podía estar sintiendo, me atormentaba pensar que se sintiera abandonada por mi y que no comprendiera lo que estaba sucediendo, quería poder explicarle cuanto la amaba y como sufría por dejarla, me dolía comprender que desde ese instante no había vuelta atrás, ya no tendríamos esos largos días de juegos y risas, que no cuidaría de ella, no le daría su comidita y mil detalles que implican ser mamá... sentía que no valía la pena este dolor, quería regresar y tomarla en mis brazos para no separarme jamas de ella, pero no podía y con el apoyo de mi padre amado y sintiendo el corazón se me desgarraba me separe de ella por primera vez en 8 meses.

Hoy estoy mas serena, pero la pena aun esta agazapada en mi pecho y mas de una vez me he marchado llorando de casa, durante el día la extraño con locura y cuando llego a casa solo quiero abrazarla y comérmela a besos, a lo que ella responde risueña. Por las noches quiero que duerma pegadita a mi, cosa que no es buena ni posible, pero mi corazón lo desea intensamente y aun me siento muy culpable por derivar mi obligación de madre en otras personas. Sin embargo, verla tan feliz, sanita y acomodada me tranquiliza el alma, ver como se entiende con su abuelita y que se contenta de vernos llegar (cosa que no sucedía los primeros días), ver que se siente segura y que cada día aprende cosas nuevas, que ya no llora cuando me voy y escucharla al teléfono jugar y reír, todo eso calma mis dolores, los apasigua, los adormece... aun mi anhelo es quedarme por siempre con ella, dedicarme a cuidarla me haría la mujer mas feliz del mundo, espero algún día poder hacerlo y que ella me perdone estos años de distancia...




Te amo hijita mía, te amo con todo mo corazón, eres mi vida, mi adoración...