lunes, 13 de diciembre de 2010

Las Animitas camino a casa


Nace una "Animita" por misericordia del pueblo en el sitio en el que aconteció una "mala muerte" -Oreste Plath-.
“Una animita es un lugar de veneración […], construcciones que recuerdan de un hecho trágico en espacios públicos.”
Tema delicado al que oso referirme hoy, mas, me es imposible detener mi mano y mis pensamientos. Semana tras semana, de regreso a casa, observo tristemente como en la extensa y sinuosa “Matucana”, se alzan silenciosos muchos de estos altares al dolor, y sin poder evitarlo, al ir recorriendo este sendero que me lleva con los míos, con mis amores, me pregunto quienes son los que vieron su vida interrumpida violentamente en este lugar sombrío. Me pregunto también por aquellos, que en su dolor y desesperación, buscaron consuelo alzando esta “animita” en el lugar preciso donde su “amado” cerro los ojos para siempre, dejando así un testimonio publico de su doloroso adiós. Bien se yo que ningún alma vagabunda o en pena reside en ese altar, y que, quien halla perdido su vida, por muy trágica que fuese su muerte e injusta, ya tiempo hace que descansa sereno, sumido en un profundo sueño esperando, quizás, por un llamado Divino. Mas no puedo pasar por alto la historia que se gesta en este “santuario” a la pena, historia lúgubre de violencia y desesperación, vida arrancada, truncada e historias inconclusas, marchitas, perdidas. Imagino familias desbaratadas, madres perseguidas por la pena, hijos dolientes y abandonados, esposos abatidos, viudas atribuladas, pena, dolor, lagrimas, desaliento… pienso también en sus verdugos, criminales comunes cargados de maldad o pasionales verdugos de mente alterada, o los infortunados e imprudentes conductores que siegan una vida y arrastran la culpa eternamente. Veo, palpo, siento el dolor, en cada vela, en cada adorno polvoriento que resguarda la “animita”. Existen muchas abandonadas a la deriva del tiempo, invadidas por los años, por la maleza y por el polvo; otras arrancadas de su sitio, pero respetuosa y supersticiosamente dejadas a la orilla del camino, olvidadas por siglos, mudas testigos de una vida truncada, deshecha, extinta. Otras lucen adornos recientes, velas siempre encendidas, flores con aguas limpias y al pie una banquita donde el deudo doliente se sienta, quizás, de cuando en cuando ha recordar, deseando tal vez sentir palpitar el amado corazón, mirar las ultimas imágenes que sus ojos vieron, tratando de percibir en el ruidoso ir y venir, el ultimo suspiro de los labios amados. Imagino y casi puedo palpar en mi corazón la terrible sensación que se debe experimentar al pisar esa vereda, ese sendero, donde los pies amados caminaron por ultima vez, sendero de perdición que miles recorren sin cegar tan funestas consecuencias. Dolor y mas dolor, y en muchos casos violencia sin nombre, locura, demencia desenfrenada que arranca una vida para vengar quizás que pensamiento inexistente y descabellado. Se deja un testimonio, una ofrenda a esa pena sin nombre, a la locura, al infortunio.
Suspiro en medio de tanta tristeza, y sin quererlo mas de una vez me inclino a leer fechas e inscripciones y mi corazón se acelera y mi imaginación vuela tras la historia secreta que encierra ese altar… son 8 o 9 las que cuento camino a casa, cada día las observo de prudente distancia; pero son tantas las que pueblan nuestras extensas carreteras y avenidas, tantas que no puedo ya llevar cuentas, y hay otras tantas escondidas en parques y bosques, que la gente a convertido en “altares de santos” venerados, nada más que por lo trágico de su adiós, pensando que la sangre inocente lava culpas ajenas y la superstición las convierte en lugares de peregrinación mítica y mas de alguno dice que le curo de algún mal o de alguna pena, y le dejan un regalo o una placa y se olvida al doliente, al que alzo aquel altar para dejar fluir su pena, para tener un lugar donde llorar y palpar las últimos respiros de su “amor”.
En fin “nace una "Animita" por misericordia del pueblo en el sitio en el que aconteció una "mala muerte"” pero díganme, ¿existe acaso una buena muerte?

3 comentarios:

Cristián dijo...

Toda la razón amor. Que mirada más singular de ver las cosas tienes, esa que me sigue enamorando vez tras vez. He quedado reparando en la última parte, eso de clasificar las muertes, ¿en realidad se puede?, mmmmm. Gran analogía, como siempre.

Amo muto.

Danna dijo...

Amo muto muto!!!!

Todas la muertes son malas!!!!!

Anónimo dijo...

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