lunes, 29 de diciembre de 2008

Los ocho meses y el baño

Amanece, los primeros rayos de luz se filtran por nuestra ventana. Estoy tendida sobre el lado izquierdo, como recomiendan las revistas de obstetricia y acurrucada lo que mas puedo al tibio cuerpo de mi esposo. Siento deseos imperiosos de ir al baño, pero estoy demasiado adormilada y cómoda, como para decidirme a hacer el intento... pasan unos segundos en que me debato entre el sueño y mi vejiga... de pronto un dolor agudo en la cadera me hace tomar la decisión... como sea deberé efectuar un cambio de posición pronto... lentamente comienzo a dar la vuelta, el dolor de la cadera me detiene, sujeto mi vientre que esta graciosamente levantado hacia el costado sobre el que reposaba, se me escapa una queja... duele, todo duele. Me muevo hacia el borde de la calma con lentitud, con dolor, el cuerpo me pesa y cada movimiento debe ser efectuado con gran cuidado y mucho calculo. Una vez de pie, siento como todos mis huesos crujen, se acomodan y amoldan, camino con lentitud, con pesadez...


Efectuada la liberadora tarea, regreso con lentitud al lecho donde duerme profundamente mi amado esposo, suavemente me siento al borde de la cama, son las 4:45 de la madrugada, a mi amor aun le quedan unas horas de sueño y no quiero despertarlo; A veces se sobresalta con mis movimiento, se sienta en la cama y me pregunta como estoy... El pobre, desde hace unos meses esta atento a todos mis movimientos, esta siempre preocupado y mas aun este ultimo mes, alerta siempre, esperando el desenlace entre ansioso y asustado. Lo observo, duerme pacíficamente... hace tiempo que no duermo así y siento un poco de envidia; ultimamente me cuesta mucho conciliar el sueño, aunque este muerta de cansancio, el cuerpo me incomoda y la mente no descansa jamas, cuando al fin logro dormir, los sueños me acosan y siempre estoy demasiado consiente de mis dimensiones, sin hablar de las siete veces que me levanto al baño cada noche... pero son gajes del oficio ¿verdad? todas pasamos por esto! me consuelo, como si de alguna manera el sufrimiento de otras miles de madres en el mundo calmaran mis dolores y angustias. Suavemente me acomodo en el lecho, sobre el lado izquierdo, siempre consiente que es la mejor posición para mi pequeña, me acurruco al tibio cuerpo de mi esposo, mi vientre roza su espalda y mi porota comienza a reclamar... se acomoda, pega pataditas al principio suaves, luego insistentes, quiere que me mueva, me alejo un poco y se mueve unos instantes mas, imagino buscando la posición mas cómoda y se queda quietecita... duerme. Acaricio la espalda de mi esposo y me duermo nuevamente, hasta unas horas mas en que sienta las mismas ansias desesperadas y se inicie otra vez al ritual...